Se habla mucho de accesibilidad y usabilidad. Son temas muy extensos, pero fáciles de entender.
(Y el diseño, para el que quiera).
Ya sabes que la web se separa en contenido y diseño. Pues bien, una página es accesible si se puede llegar fácilmente a su contenido (aquello que la web dice). Por tanto, no tiene que estar escondido detrás de largos menús que a veces funcionan y otras no, ni tiene que depender del cómo ha configurado el usuario su navegador.
Como el contenido se escribe en HTML y todos los navegadores entienden HTML, con escribir buen HTML ya está casi todo hecho.
Siempre que se habla de accesibilidad se explica que los
ciegos usan un lector de pantalla
, que es un programa que
coge el texto de una web y lo lee en voz alta. Por supuesto, no
explica las imágenes, y supongo que tampoco dice nada si
hay colores o cambios en el tipo de letra.
Otros no son ciegos, pero necesitan hacer cambios en las páginas para poder verlas bien. Por ejemplo, pueden necesitar un contraste fuerte en los colores, o agrandar el tipo de letra. Entre éstos me incluyo yo, que a veces (después de muchas horas de ordenador) quiero quitarme las gafas y ponerlo todo más grande para que lo pueda leer mejor.
Al separar el texto del diseño, el usuario puede fácilmente descartar el diseño o incluso usar su diseño favorito, escrito en un fichero CSS, sin que entre en conflicto con el diseño original de la página.
He oído varios comentarios de desprecio del estilo de
¿Y a mí que me importan los ciegos? Si mi web no
va dirigida a ellos... ¿Qué me pierdo si no entran
los ciegos, un 0'5 por ciento?
. Bueno, pues para vuestra
información, Google es ciego. Cuando entra a tu web para
añadirla a su base de datos, no puede ver imágenes,
ni navegar por los menús JavaScript, ni usar el portal de
entrada hecho en Flash. ¿En serio quieres marginar a los
que no son como tú?
No es mi intención hablar sobre páginas especialmente orientadas a ciegos, pero encontrarás buenos consejos en el validador Bobby para el WCAG 1.0, en inglés.